Derecho a la Tecnología
La sociedad de la información sigue evolucionando y transformando el mundo en el que vivimos. Para que nadie quede excluído debemos garantizar el derecho fundamental a la Tecnología que la sustenta.
La tecnología digital no solo ha generado la Cuarta Revolución Industrial, sino que la ha transformado en una revolución del conocimiento. El fácil acceso y adquisición a estas tecnologías las han convertido en una herramienta fundamental de la nueva economía y son utilizadas como un medio para mejorar la productividad y competitividad. No obstante, si bien pueden ser un habilitador para acceder a la sociedad de la información, también se pueden convertir en un excluyente para una parte de la población.
La Tecnología debe valorarse como un evidente signo de progreso social. Una sociedad más tecnificada, es sin lugar a dudas, una sociedad más desarrollada. Pero el avance tecnológico y social está presentando desigualdades en lo que se ha dado a conocer como “brecha digital” o distancia social en el acceso, uso y adquisición de las tecnologías digitales a nivel geográfico, socioeconómico, cultural y de género. No solo se refiere a la calidad de las infraestructuras, dispositivos y conexiones, sino también a la capacidad para transformar la información accesible en conocimiento relevante.
2020 es el inicio de la mayor Transformación Tecnológica de la historia de la humanidad. Nunca antes se había producido tal volumen de innovaciones de forma continua y concurrente. Es el inicio de la Cuarta Transformación Digital y la Cuarta Revolución Industrial y de todas las Tecnologías Emergentes que llevan asociadas.
Estas innovaciones están apareciendo a un ritmo que supera con creces las capacidades de asimilación a nivel individual, incluso para aquellos con un nivel alto de conocimiento tecnológico. Se está creando una desigualdad notable en los distintos niveles de adopción por parte de las personas, no solo por diferencias generacionales o de poder adquisitivo, sino además por la dificultad que supone acceder a la información adecuada en este complejo contexto tecnológico tan avanzado.

Muchas personas aún teniendo acceso a las Tecnologías Digitales, no conocen el modo de utilizarlas ni de integrarlas en sus vidas cotidianas y cubrir así sus necesidades. Esto depende de los distintos niveles de alfabetización y capacidad tecnológica. Sólo un bajo porcentaje de la población mundial ha sido beneficiado de las bondades de la tecnología, y sólo unos cuantos son los que tienen acceso a toda la gama de servicios que esta ofrece.
Debemos por tanto, intentar reducir las desigualdades que tiene el impacto de la Tecnología entre los ciudadanos, favoreciendo no solo un mayor acceso y adquisición, sino también un mayor conocimiento a través de formación cualificada. Este acceso a la información y al conocimiento se ha convertido en una herramienta indispensable para que el ser humano evolucione a mejores niveles de desarrollo económico y social, por lo que favorecer la igualdad e impulsar la TecnoEducación implica un avance hacía un mundo más equilibrado y justo.
Por tanto, la digitalización o reducción de la brecha digital no sólo debe ser medida en términos de número de dispositivos y recursos de red, sino también en términos de opciones, facilidades y costes adecuados para el acceso a la red y a programas de capacitación y educación que permitan optimizar el uso de la infraestructura instalada. Estos ciclos formativos deben ayudar al nuevo TecnoCiudadano en la aplicación del conocimiento adquirido a las necesidades que mejoren la calidad de vida en el entorno cultural y social.
Además, de forma paralela a la Cuarta Revolución Industrial y el desarrollo de la Sociedad del Conocimiento, estamos también ya inmersos en la Segunda Revolución Cognitiva, caracterizada principalmente por abrir horizontes ocultos, como son el descubrimiento de estados mentales desconocidos y el logro, tantos siglos soñado, de alcanzar la inmortalidad. Es por ello que algunos transhumanistas de reconocimiento mundial como Ray Kurzweil, llegan a afirmar que los primeros superhumanos inmortales caminan a día de hoy entre nosotros. Por otra parte, la Inteligencia Artificial nos está metiendo de lleno en la Segunda Era de la Máquina, con la que se va a producir la transformación más importante de la organización social, laboral, económica y política que jamás se haya conocido.

Nuestra forma de pensar, de vivir y de relacionarnos con lo que nos rodea cambiará por completo. Es global, nos afecta a todos de forma directa o indirecta y sin ninguna duda, ya no tiene vuelta atrás.
Esta nueva TecnoSociedad nos ha traido un acceso instantáneo, omnipresente, ubicuo, interoperable y multidisciplinar al Conocimiento y a la Información, a la que solo se puede acceder mediante Conexión Digital y que se difunde únicamente por Medios Digitales. Este fenómeno no es casual, es fruto de nuestra capacidad para desarrollarnos como civilización. Tampoco constituye un hecho compartimentado o elitista, ya que una de sus principales características es la libertad y la pluralidad.
Pero como cualquier otro avance significativo en la historia de la civilización, tiene su contrapartida: el riesgo de exclusión, el peligro de diferenciar a aquellos que pueden acceder de forma cómoda y rápida a este nuevo paradigma social de aquellos sectores de la población que no pueden y, por tanto, se quedan fuera de esta innovación, de esta nueva forma de comprender la vida, de la nueva realidad, del futuro.
Por Tanto, para que nadie quede excluído debemos garantizar el derecho fundamental a la Tecnología que sustenta esta Nueva Realidad. Tanto la Segunda Revolución Cognitiva como la Segunda Era de la Máquina, que fundamentan esta Sociedad del Conocimiento, deben estar centradas en dar servicio a las personas, por lo que será requisito indispensable tener un ACCESO universal a la Tecnología Digital, en IGUALDAD de condiciones a nivel geográfico, socioeconómico, cultural y de género y con una capacidad de ADQUISICION equitativa para los distintos niveles sociales.